Generación Z… o los de siempre: la marcha del 15N bajo las capuchas de la ultraderecha
Convocada como un alzamiento juvenil y “apartidista”, la marcha del 15 de noviembre reunió más canas que TikToks. Bajo banderas de anime y discursos prefabricados, la ultraderecha ensayó —otra vez— su estrategia digital de camuflaje cultural: disfrazar viejas agendas de poder con estética pop, bots y narrativas virales.
¿Dónde estaban los Z?
La marcha del 15N fue presentada como el despertar político de la Generación Z. Jóvenes indignados, organizados por fuera de partidos, listos para tomar las calles con banderas de libertad y memes. En la práctica, fue más bien un “flashback”: líderes de siempre, reclamos reciclados y un público en su mayoría adulto, con más experiencia en sobremesas que en transmisiones de Twitch.
El guión ya lo conocíamos. Un símbolo simpático (esta vez, una bandera de piratas), una narrativa emocional (el hartazgo) y una causa difusa pero envolvente (“basta ya”). Pero la ejecución no terminó de cuajar: faltaron jóvenes y sobraron discursos de coyuntura vestidos de épica de caricatura.
Astroturfing con estética pop
Lo que sí tuvo la marcha fue un claro ejemplo de astroturfing, esa vieja táctica de simular un movimiento ciudadano espontáneo con logística profesional, pauta en redes y estructura oculta.
La bandera de One Piece, lejos de ser casual, no fue el grito de guerra de una juventud rebelde, sino el accesorio de una estrategia de la nueva ultraderecha digital: usar íconos de la cultura pop para maquillar su agenda. Es decir, tomar algo que a la gente le gusta —una serie, un meme, un emoji— y pegarle un discurso detrás.
Tal como documentó El País en su investigación del 15 de noviembre, este guión no es nuevo. En Argentina lo vimos con los seguidores de Milei mezclando banderas de anime y discursos libertarios. En Brasil, con los simpatizantes de Bolsonaro usando símbolos de videojuegos como Zelda. Y en Chile, durante las movilizaciones conservadoras de 2024, se infiltraron símbolos pop en marchas convocadas contra las reformas sociales del gobierno. En todos los casos: bots, desinformación, estética joven… y discursos viejos.
El laboratorio digital de la ultraderecha
La clave no está en la calle, sino en el algoritmo. Redes de cuentas automatizadas, medios digitales con fachada de “independientes” y una maquinaria de desinformación que opera como reloj suizo.
Las investigaciones revelan que detrás de estas campañas hay vínculos con financiamiento de think tanks conservadores en EE.UU. y redes regionales que intercambian estrategias. El meme se fabrica en Bogotá, se viraliza en X (antes Twitter), lo repite un influencer en Guadalajara y lo defiende un senador en Santiago. Todo en cuestión de horas.
La “Z” que no fue
El 15N fue vendido como el día en que la generación joven se rebelaba. Pero en realidad vimos a muchos adultos con pancartas, influencers promoviendo discursos vacíos, y una clara intención de explotar el lenguaje juvenil para fines viejos: frenar reformas, desgastar gobiernos progresistas y sembrar escepticismo político.
El asesinato de Carlos Manzo fue el pretexto perfecto para generar indignación legítima. Pero rápidamente fue absorbido por una narrativa manipulada, que desligó el crimen de sus causas estructurales para convertirlo en un arma contra el gobierno en turno.
Y aquí es donde la inteligencia artificial y la estupidez humana se unen para opinar
Mientras algunos medios amplifican “la rebelión Z”, la mayoría de los jóvenes siguen donde siempre: trabajando, estudiando, intentando sobrevivir. No hubo revolución generacional, sino un show mediático con efectos especiales digitales.
La ultraderecha aprendió a disfrazarse de juventud, a hablar en GIFs, a tuitear como si fuera rebelde. Pero debajo de la bandera de piratas hay un plan muy serio: reconfigurar el tablero político latinoamericano con influencers, bots y merchandising.
Y si la política ahora se disfraza de anime… que no se nos olvide ver quién escribe el guión.
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