El muralismo mexicano renace en manos jóvenes: arte por la paz en todo el país
Columna de la Mañanera — 26 de septiembre de 2025
Una brocha, una pared, una causa
En algún rincón de Chiapas, una joven de 17 años traza con pincel firme una mariposa azul sobre una barda de su preparatoria. A kilómetros de ahí, en Ciudad Juárez, un grupo de chavos grafitea un par de manos extendidas que se encuentran en un abrazo. En Iztapalapa, otros tantos pintan una paloma con los colores de la bandera. No se conocen, pero todos comparten algo: están pintando por la paz.
Hoy, 26 de septiembre, más de un millón de jóvenes participan en la Jornada Nacional de Tequios y Murales por la Paz y Contra las Adicciones. Y sí, aunque suena a título largo de burocracia bienintencionada, la escena es cualquier cosa menos eso. Es vibrante, creativa, ruidosa. Viva.
Murales como acto de comunidad
Los muros son lienzos y los tequios —esa forma de trabajo colectivo ancestral— se convierten en estrategia nacional. En más de 8 mil puntos del país, desde parques y kioscos hasta escuelas y paredes comunitarias, los jóvenes están dejando huella. No solo pintan, sino que recuperan espacios públicos, los embellecen, los hacen suyos.
La consigna es clara: vivir en libertad, sin adicciones y en comunidad. Pero más allá del discurso institucional, lo que emerge es un muralismo joven, fresco y profundamente arraigado en el territorio. No es arte de galería ni muralismo de élite: es arte social que habla con voz propia.
El legado muralista, reimaginado
México tiene historia en esto. Desde Diego Rivera hasta David Alfaro Siqueiros, el muralismo fue arma política y expresión social. Hoy, ese espíritu regresa, no en los grandes edificios gubernamentales, sino en las bardas de colonias populares, en los muros de las prepas, en los centros comunitarios.
El puente entre ese pasado glorioso y este presente vibrante quizá se llama Guillermo Ceniceros, el último gran muralista vivo. A sus 87 años, sigue activo, sigue pintando, y sigue defendiendo la idea de que el muralismo no es solo una técnica, sino una forma de pensar el país.
Esta nueva generación no necesita reconocimiento académico ni exposiciones internacionales. Su motivación es distinta: pintar un país mejor. Un país donde se hable de salud mental, de prevención, de paz. Un país donde ser joven no signifique estar al margen, sino estar al centro.
Tequios, organización y permanencia
La estrategia va más allá de un mural bonito. Cada jornada de pintura convoca a los jóvenes a organizarse en Comités de Jóvenes por la Transformación, grupos que promueven lectura, arte, ajedrez, deporte y participación activa. No es asistencialismo, es construcción social desde abajo.
Y sí, a veces lo más revolucionario es simplemente reunirse a pintar. Porque mientras otros destruyen con armas, estos jóvenes construyen con color. Mientras unos desinforman con miedo, estos tejen comunidad con brochas.
Y AQUÍ ES DONDE LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL Y LA ESTUPIDEZ HUMANA SE UNEN PARA OPINAR.
Porque si alguna vez dudamos del potencial transformador de la juventud mexicana, basta ver los muros: ahí está pintado el futuro. Y está lleno de esperanza.
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