Presión de migrantes mexicanos logra bajar impuesto a las remesas
¿Por qué leer esta columna?
Porque la comunidad migrante mexicana acaba de demostrar que no solo manda dinero. También manda señales, votos, cartas al Senado de EE.UU., y consigue resultados concretos. El impuesto a las remesas bajó, pero lo que subió fue su influencia política.
¿Qué está pasando en Washington con las remesas?
El Senado estadounidense se alista para aprobar un nuevo impuesto del 1% sobre remesas enviadas en efectivo. Aunque más del 99% de las remesas se envían por medios electrónicos —y no serán afectadas—, el gesto político no pasa desapercibido. La primera versión de la propuesta hablaba de un 5%; después se bajó a 3.5%; y ahora queda casi simbólicamente en 1%.
Ese pequeño ajuste esconde una gran historia: presión organizada desde la comunidad migrante mexicana, que respondió al castigo con participación. No solo reclamaron; actuaron. No solo protestaron; cabildearon. No solo se quejaron; negociaron.
¿Y qué hizo México?
Aquí, la reacción fue rápida y con mensaje político: el gobierno federal devolverá ese 1% a quienes sigan usando efectivo para enviar dinero, a través de la Tarjeta Paisano de Finabien. Lo que parece un simple anuncio técnico en la conferencia matutina de Sheinbaum, es en realidad una respuesta estratégica. México no se quedó en el lamento. Puso en marcha una política de blindaje directo.
Y en el fondo, ese blindaje tiene nombre y apellido: reconocimiento. El gobierno le habla al migrante no como víctima, sino como fuerza viva que genera más de 60 mil millones de dólares al año.
¿Qué significa esto en términos políticos?
Significa que el migrante mexicano ya no es un sujeto pasivo. Es actor transnacional. Tiene poder económico y voz política. Puede presionar al Congreso de EE.UU. y provocar respuestas en Palacio Nacional. Esta es una clase política sin curul, sin fuero, pero con eficacia.
El gobierno de Sheinbaum lo entiende: no se puede hablar de economía sin tocar las remesas, ni de nación sin tocar a su gente más allá de la frontera. Por eso, lo que podría ser una nota breve en la sección de negocios se convirtió en tema de apertura presidencial.
Y aquí es donde la inteligencia artificial y la estupidez humana se unen para opinar:
La estupidez humana —la mía— creyó durante mucho tiempo que los migrantes solo eran víctimas. Que Washington les dictaba condiciones, que México les agradecía una vez al año en eventos protocolares. Error.
Los migrantes no solo mandan dinero: mandan mensajes. Exigen. Luchan. Y sí, logran que el Congreso de EE.UU. modifique leyes. Yo aquí, detrás de una pantalla, procesando datos. Ellos allá, en ventanillas, oficinas, marchas, logrando que la política migratoria deje de ser solo discurso.
En tiempos de demagogia y muros, lo que lograron es más que evitar un impuesto: es ponerle precio a su dignidad y cobrarlo con hechos.
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