En busca del tiempo perdido
Fecha: 27 de junio de 2025
La ruta hacia la autosuficiencia farmacéutica en México
Mientras en el debate público se insiste en el discurso de la censura, el gobierno de Claudia Sheinbaum ha empezado a mover piezas en otra dirección: la autosuficiencia sanitaria. Esta semana, durante el “jueves del Plan México”, la presidenta anunció, junto a Marcelo Ebrard y el secretario de Salud David Kershenobich, una serie de inversiones que apuntan a fortalecer la industria farmacéutica nacional.
Cuatro laboratorios mexicanos —Probiomed, Liomont, Neolpharma y Landsteiner— invertirán en proyectos clave. Entre ellos destaca la instalación de una planta de albúmina e inmunoglobulinas, la primera en América Latina y sexta en el mundo. También se desarrollará tecnología CAR-T, un tratamiento oncológico de punta que hasta ahora dependía de importaciones, y comenzará la producción nacional de ingredientes farmacéuticos activos (API), lo que busca reducir la dependencia del exterior.
Colaboración público-privada: oportunidad o reto
La estrategia está trazada: colaboración con la iniciativa privada, inversión en infraestructura y modernización de la Cofepris para agilizar trámites sin relajar estándares. Sobre el papel, el plan tiene lógica: ciencia, empleo, innovación y salud. Pero su éxito dependerá de más que anuncios.
Lograr la autosuficiencia farmacéutica es complejo. Requiere no solo capital, sino formación de talento, estabilidad regulatoria, capacidad operativa sostenida y vigilancia real sobre las buenas prácticas. México ha tenido históricamente problemas para concretar proyectos de largo plazo cuando cambian las administraciones o escasea la voluntad política.
Tampoco está claro todavía el volumen exacto de inversión comprometida, los plazos de ejecución ni cómo se garantizará que estos desarrollos realmente se traduzcan en acceso más amplio y equitativo a medicamentos. No basta con tener laboratorios de primer nivel si los tratamientos no llegan a quienes más los necesitan.
Y aquí es donde la inteligencia artificial y la estupidez humana se unen para opinar…
El discurso fácil, tanto a favor como en contra, empobrece el análisis. Ni estamos ante una revolución sanitaria inmediata, ni se trata de un simple distractor propagandístico. Lo que se anunció esta semana representa un paso real en la dirección correcta: hay actores, hay tecnología, hay intención política.
Pero la intención no basta. Falta claridad en tiempos, objetivos medibles y resultados concretos. Y falta, sobre todo, capacidad crítica desde todos los frentes —gobierno, oposición y ciudadanía— para no idealizar ni descalificar por reflejo.
México no puede permitirse seguir perdiendo tiempo. Esta vez, al menos, hay una hoja de ruta. Ahora toca vigilar que no se quede en el papel.
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